Vivimos en un mundo en el
que hay errores tan arraigados que nadie
los cuestiona, como por ejemplo, que la menstruación de las mujeres es algo
asqueroso, algo malo que toda niña teme y que toda mujer adulta aborrece, también
algo que hace fruncir el ceño a los hombres, tanto si es porque les asquea,
como si es porque “ay nena! No hay quien te aguante cuando tienes la regla” o
simplemente porque les ha chafado sus expectativas sexuales de esa noche.
Recuerdo el día en que
tuve mi primera visita a los once años; fue durante mis deseadísimas vacaciones
de verano en Alfafara. En mis estancias veraniegas en el pueblo la vida
consistía en ir todos los días a la piscina, correr por las calles, esconderme
tras las persianas de las puertas de las casas, comprar chuches y flashes en la
tiendecita de la plaza, jugar a polis y cacos hasta altas horas de la noche por todo
el pueblo y disfrutar de las verbenas y las fiestas patronales. De repente una
maldita mancha roja en mi bañador desarmó todos mis planes idílicamente
infantiles. Se acabó la piscina, se
acabó correr libremente o mover el culo en las verbenas con semejante artefacto
de absorción entre las piernas y se acabaron las mallas de licra, a no ser que
quisiera tener a todos los niños riéndose y señalando mis posaderas. Para
colmo, la comprensiva respuesta de mi madre ante mis escandalizadas quejas al
sentir por primera vez un compresón
adherido a mis braguitas fue: pues te aguantas! Como todas!
Así que la regla era un
castigo, algo que había que “aguantar”, algo que cambiaba tu estilo de vida “durante
esos días”, había que soportar que la causa de tus enfados fuese que “estás en
esos días” y no que alguien estuviese tocándote las narices profundamente.
A esto le siguieron las
intrincadas maniobras para sacar la compresa de la mochila a la hora del recreo
sin que te viese ningún compañero, las embarazosas manchas rojas que resaltaban
en el verde de las sillas de la escuela tras dos horas de clase y que intentaba
borrar arrastrando el culo al levantarme de la silla, todo esto seguido de una
carrera hacia el cuarto de baño con los abductores lo más apretaditos posible, la
insistente pregunta a tu mejor amiga de espaldas a ella y con el culo
ligeramente en pompa: tia! Se me nota la compresa? Me he manchado de sangre el
pantalón? Por no hablar de los terribles calambres en los ovarios, sí, los
OVARIOS, esa parte tan importante de nuestro cuerpo que nunca conocemos lo
suficientemente pronto las mujeres, no sin antes haber aprendido lo que son un
PAR DE COJONES.
Parece ser que el milagro
de la existencia, ese maravilloso poder de la fertilidad que la naturaleza
otorgó a las mujeres para que la vida pudiese crecer dentro de ellas es un
lastre cuando el puñetero óvulo no es fecundado. No voy a entrar a enumerar las
posibles catástrofes que puede causar una mujer en los días de período
menstrual como por ejemplo que las frutas o plantas se pudran a su paso o que
un bebé pueda morir en sus brazos.
Hablemos del tratamiento
en las diferentes culturas; en la nuestra, todavía hay mujeres que para
expresar que están menstruando utilizan la expresión “estoy mala”, en la
cultura árabe las mujeres no pueden rezar a lo largo de este período y en
muchas otras tiene similares connotaciones negativas que implican aislamiento o
los conceptos suciedad e impureza. Por suerte podemos encontrar otras tantas en
las que se celebra como algo bueno. Ayer estuve viendo el documental que inspiró
este post: La luna en ti, y pude conocer una antigua costumbre eslovaca que
consistía en arrastrar en trineo a las chicas que estaban menstruando a través
de los campos para fertilizar la tierra en primavera. ¿No es hermoso?
Me quedo con esta última:
el hombre primitivo estaba convencido de que la mujer durante el período de
menstruación se convertía en un ser sobrenatural, porque no comprendía cómo podía sangrar tanto durante varios días
sin llegar a morir. Y esto es lo que debieran transmitirnos. Desde muy pequeños
deberíamos sentir admiración por lo que supone el ciclo menstrual, respeto y
sobre todo apartar el temor de las niñas y que su primera regla sea un motivo de celebración y no de lágrimas
y vergüenza.
Como última curiosidad os
dejo con Sputniko, una artista japonesa que ha creado una máquina para que los
hombres puedan experimentar la sensación de menstruar:
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