domingo, 28 de abril de 2013

PAPÁ, ¿POR QUÉ SOMOS DE IZQUIERDAS?


 
         Fue una de las campañas publicitarias más comentadas y premiadas, y eso, viniendo del submundo futbolístico, tiene un gran mérito. Recordemos el anuncio: un padre y a un hijo salen del Calderón, cariacontecidos por una nueva derrota del Atlético de Madrid. De repente, el  niño mira al padre y le pregunta: “Papa, ¿Por qué somos del Atleti?” El niño no entiende porqué su papá le ha hecho del equipo que siempre pierde, cuando lo fácil hubiera sido hacerle del Real Madrid, los que  ganan siempre y del que son todos sus compañeros de clase. El padre se queda en silencio y con cara de tonto, y cómo no sabe que decirle, hace un flashback en su cabeza y recuerda como, cuando él era niño, hizo la misma pregunta a su padre y tampoco tuvo respuesta. Por fin, ya de vuelta a la realidad, comprende que esa pregunta no se puede contestar, pero que tampoco hace falta, porque ahora, sin que nadie se lo explique, ya sabe el porqué: ha cogido el camino que siente, el que considera justo, sin importarte también que sea el más difícil.

Una vez leí que el éxito del Capitalismo radica en que es un sistema fácil, porque acepta al ser humano tal y como es, mientras que el Comunismo exige que el ser humano cambie. No se me ocurre una explicación más sencilla y más acertada para explicarlo: El Capitalismo asume que el ser humano es egoísta y acaparador, que mira siempre por su propio bien y como mucho, de los de su entorno inmediato. En cambio un sistema comunista necesitaría un ser humano solidario y que sólo aceptara la riqueza siempre y cuando el de al lado tuviera lo mismo que él, o como mínimo, las necesidades básicas bien cubiertas. Por eso nos es mucho más cómodo aceptar la desigualdad, aunque conozcamos las consecuencias de ello, porque nos es más fácil asumir que el mundo es injusto que intentar cambiar o buscar que cambien los demás.          Siguiendo esa lógica, también se llega a la conclusión  de que, en un sistema capitalista, es también más fácil ser de derechas ¿Por qué?

La derecha tiene su base ideológica en que cada individuo es distinto de otro (ahí estamos todos de acuerdo), pero más concretamente, en que hay unos mejores que otros y que por lo tanto, son los mejores los que deben gobernar y acaparar la riqueza y los privilegios. Por su parte, los peores tienen la misión de ayudarles primero a conseguir esas riquezas y luego, a mantenerlas. A cambio, los mejores les dejarán existir gracias a las  migajas que a ellos les sobran. Luego, para conseguir que los peores (que por supuesto son mayoría) se mantengan dóciles, se proclama una máxima: que todos somos iguales ante la ley (y ante las urnas), y que por muy peores que seamos, en un sistema capitalista siempre está la opción de progresar y con suerte, se puede acabar siendo uno de los mejores. ¿Dónde está la trampa? En que lógicamente, al mismo tiempo que nos hacen creer esa milonga, van gestando un aparato que impide que los peores puedan ni siquiera acercarse a ese sueño ¿Cómo? dificultando su acceso a los estudios, a la sanidad o incluso al empleo, porque está demostrado que, cuanto más le cueste a una persona cubrir sus necesidades básicas, menos le importa el hecho de progresar en esta vida y sobre todo, que acepta con naturalidad que otros vivan como dios. A esta estrategia se la conoce como el “Techo de Cristal”, una barrera invisible, pero que nos impide alcanzar nuestros objetivos.

Habrá quien piense que es justo que los mejores estén arriba y los peores abajo, pero por si alguien aún no se ha dado cuenta, matizo que “los mejores” son aquellos que tienen el dinero (y a veces lo tienen porque sí, por herencia o porque han tenido mejores cartas al empezar la partida, no porque se lo hayan ganado) y “los peores” somos los que no lo tenemos.

Por todo ello, tenemos tan asumida la desigualdad que  la consideramos natural e inevitable, e incluso positiva. No importa que haya injusticia y que nos pisen mientras que el sistema nos permita progresar y ser nosotros los que pisemos el día de mañana.

            Otro spot publicitario muy comentado fue uno de mediados de los noventa. En España no llegó a emitirse, pero salió en los telediarios, pero más por lo anecdótico que por el contenido:

 


Mijail Gorbachov, el último dirigente de la Unión Soviética, apenas cinco o seis años después de dejar el gobierno, pasea con una niña por Moscú y parece que le entra hambre. Como gracias a su política es posible encontrar uno, entra en un Pizza Hut y allí se sienta cerca de una familia humilde moscovita. El padre, con visible cara de asco, se percata de la presidencia de su ex líder y exclama: “Es Gorbachov, por su culpa vivimos en una incertidumbre económica”, a lo que el hijo, con brillo de esperanza en la mirada responde “por su culpa tenemos oportunidades”. El padre, arrepentido por no haberle soltado una hostia a su hijo cuando tuvo la oportunidad, sigue argumentando: “Por su culpa hay inestabilidad política”. El hijo, que se las sabe todas, sigue provocando “Por su culpa tenemos libertad”. El padre no se rinde y dice “Tenemos Caos” y el hijo sigue a lo suyo: “Tenemos esperanza”…finalmente, la madre, no se sabe si por convicción o por evitar que llegue la sangre al río, interviene: “Gracias a él tenemos muchas cosas, como Pizza Hut”. Parece que ese argumento tan cojonudo convence a ambos y todos acaban siendo partidarios de Gorbachov, al que vitorean.

La diferencia entre el padre y el hijo es que el primero sabe de lo que habla porque es lo que ha tenido durante toda su vida. En cambio, el hijo habla con la esperanza propia de alguien con toda la vida por delante, pero también con la ignorancia lógica del que habla de algo que aún no ha pasado. Quince años después, el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Efectivamente y como afirmaba el hijo, en Rusia ahora gozan de la libertad que ofrece el capitalismo: visten como las estrellas de cine, van al McDonalds y ven conciertos de Rock (aunque en los 80 ya los había en la URSS), algo que sus padres no pudieron disfrutar. También disfruta de cosas que sus progenitores no conocieron, como el desempleo y el difícil acceso a la vivienda. También ha podido comprobar como las bondades del capitalismo ha permitido a algunos rusos convertirse en algunas de las personas más ricas de este mundo, en total, 131 multimillonarios a día de hoy. Como el joven no parece que sea ni Vexelberg, ni Usmanov ni Abramovich, es de imaginar que 15 años después de ese anuncio, no haya mejorado demasiado su situación. Puede incluso que sea de ese 13% de la población  que vive en el umbral de la pobreza, que no tiene acceso ni a la vivienda ni a la calefacción (según datos de 2011, con tendencia al alza)…pero eso sí: tiene un Pizza Hut en Moscú

 

No digo que el Comunismo sea la panacea, ni siquiera la solución (un sistema que permite a un capullo como Gorbachov llegar al poder demuestra tener muchas lagunas), pero al menos sí es un sistema cuyo principio es que mientras haya, todos tienen. Quizá partiendo de esa base se pueda ir avanzando desde el propio Capitalismo.