La maestra Violeta entra en clase y sube
las persianas para que entre la luz de fuera. El aula queda iluminada y los
veinticinco pupitres descansan silenciosos quince minutos antes de que entre el
grupo de alumnos. Se sienta en su mesa y respira hondo con los ojos cerrados,
disfrutando del relax de una clase vacía…
Los quince minutos han pasado volando y
la puerta de clase se abre como propulsada por un vendaval. Los niños irrumpen
en el aula y aunque intentan no hacer demasiado ruido, como les ha enseñado su
maestra, es inevitable que veinticinco pares de manitas arrastrando sillas,
sacando libros, colocando estuches y abriendo cuadernos protagonicen un
alboroto considerable.
Mira las caritas de los niños, algunos todavía adormilados, y siente una
inmensa ternura. Valentina ya se ha levantado de su pupitre para enseñarle sus
zapatillas nuevas y Jorge, celoso de su atención, interrumpe mostrando las
suyas, que también son dignas de admiración. Candela para variar ya está
pidiendo permiso para ir al aseo y Raúl y Pablo empiezan a pelearse porque sus
codos chocan en la conjunción de sus pupitres. Como no ponga orden de inmediato
no podrá controlar la clase en lo que queda de mañana.
Violeta se despedirá de estos niños en tres semanas porque ese puesto de
trabajo no le pertenece. Es una interina errante. Trabaja 5 meses al año, o
menos, o más, quien sabe. Pero es una afortunada porque no tiene que trabajar
en verano, también es una suertuda con respecto al resto de sus compañeros de
bolsa que no han pisado colegio alguno, y ni que decir de los que no han podido
entrar porque no se volvieron a convocar oposiciones de su especialidad.
Además de ser una suertuda, parece ser que es un zoquete porque se ha
publicado una noticia en la que se asegura que los maestros de primaria son
tontos y no se saben las provincias de España. Es curioso, porque lleva años
realizando cursos de formación, preparando oposiciones que salen y no salen,
que ahora esta especialidad, que ahora esta otra, y además lleva meses
dejándose parte de lo ahorrado de su escaso trabajo intermitente en una
academia de inglés para sacarse el ultranecesario B2. Un zoquete...
Hace poco se puso a pensar en aquella época de ilusión en la que la idea de
ser maestra fue tomando forma en su corazón, cuando se presentó hecha un flan a
la selectividad y cuando fue a recoger sus resultados al instituto, temerosa de
no haber obtenido al menos una nota que superase a la requerida para entrar en
la especialidad de magisterio a la que aspiraba. ¿Porqué se preocupaba si dicen
que en magisterio entra cualquiera porque la nota de corte es mínima? Meses más
tarde estaba allí, matriculándose en la facultad de educación, rodeada de otros
tantos que empezaban su formación como maestros. Aquellos amigos con los que
preparaba materiales didácticos para exponer en clase, esos jóvenes creativos
que hablaban con entusiasmo de lo que llevarían a cabo en sus futuras aulas y
comentaban entre risas sus andaduras en los respectivos colegios de prácticas.
Hoy muchos de mis compañeros siguen sin tener su aula, o la tienen de prestado.
De acuerdo, estamos en crisis, cuántos titulados frustrados en paro tenemos
alrededor? Pero disculpen, las faltas de respeto si que no, comulgar esta
desilusión con el constante quebranto de la dignidad de este colectivo, que si
no tenemos vocación, que si magisterio es una carrera para tontos que no
pudieron ser más…es eso lo que pensáis de vuestros antiguos maestros? Realmente
sabéis lo que tenemos entre manos cuando entramos a clase y les damos los
buenos días a nuestros alumnos? Sabemos lo que es educar más allá de una
división con decimales, un mapa mudo, un análisis sintáctico o una nota de
flauta dulce? Sabéis lo complicado que se hace si encima la sociedad te acusa y
con ella parte de las madres y los padres de los pequeños?
Qué fácil es hacer mofa de una noticia totalmente manipulada, que fácil
dejar a miles de interinos en la calle, qué fácil el argumento de yo se de tal
maestro o maestra que es un vago/vaga cuando de esos tenemos en todos los
gremios. Por no hablar de la glorificación de los resultados de la educación
privada, cuando son centros que expulsan a los alumnos que no encajan en sus
expectativas de excelencia. Alumnos que tal vez no eran perfectos porque nadie
lo es, que tal vez tenían un mal comportamiento debido a un drama familiar
vivido en casa que les hace ser inestables emocionalmente y nadie los
comprende, lo fácil es decir: no es excelente, no es competente, no es válido.
En la escuela pública son bienvenidos todos los retoños de esta sociedad
porque es la sociedad misma, porque no le puedes exigir a nuestros pequeños que
demuestren altas capacidades, honestidad y buen comportamiento cuando no tienen
ejemplos con los que comulgar. Aceptamos también aulas masificadas, recortes,
despidos y desprecios. Pasen y vean.
No son pocas la veces en las que tengo que lidiar con las críticas hacia mi
supuesta profesión (creo que soy maestra, al menos, hasta junio) y me pregunto
si alguien tiene que defender y justificar todo el tiempo su trabajo.
Aún con todo, mamá…quiero ser maestra
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